Tus pies ya no acompañan a tus pasos
por los caminos de tu imaginación;
la fuerza de tu voz es impotente
ante el embate de tus palabras
que desbordan el vaso de cualquier lenguaje.
Estás siempre un día más allá del día
en que tu cuerpo transcurre y envejece
y te suplica que lo esperes,
que te detengas y dejes que te alcance
para no cruzar a solas
la línea de la cordura.
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